Rincón de Julio

Entre mujeres

BUSCANDO CARTAS

Hay cartas que a pesar de tener una apariencia vulgar al final resultan ser pequeñas joyas por elementos secundarios a los cuales, muchas veces, no préstamos la debida atención.

Los factores que de una forma intrínseca atribuyen valor económico a una carta en el periodo filatélico son, de mayor a menor: su franqueo, su matasello, el tipo de tarifa o servicio empleado, su destino, la ruta seguida y su origen.

Es decir, lo mejor que le puede pasar a un coleccionista en el aspecto económico es tener una carta con un franqueo excepcional aunque vaya a un destino vulgar antes que tener una carta con un franqueo vulgar dirigida a un destino extraordinario.

Obviamente esto va un poco en  gustos y como todo en la vida está sujeto a casos extraordinarios que serán excepciones a la norma general.

Fuera de estos factores es poco corriente encontrar elementos que proporcionen a una pieza un valor añadido, pero cuando el coleccionista topa con ellos siente un especial “gustirrinín” porque ha sido capaz de ver lo que los demás no ven y muy especialmente el comercio filatélico que prácticamente sólo valora  los dos primeros factores: franqueo y matasello. El resto nos los dejan a los coleccionistas porque somos los únicos que nos molestamos en estudiar esas otras cosas es, digamos, nuestro trozo de pastel.


Si analizamos el frente de la carta que voy a utilizar a modo de ejemplo vemos que es bastante vulgar. Una carta de porte sencillo dirigida a Vergara  el 24 de septiembre de 1896 franqueada con un sello de 15 céntimos de la emisión del pelón anulado con un fechador octogonal del ambulante Norte que por su mala calidad de estampación no le proporciona demasiado valor añadido.


Al darle la vuelta es cuando podemos empezar a encontrarle algún pequeño valor añadido y no en el fechador de llegada que es un fechador de puente de lo más corriente sino en el curioso formato de sobre que resulta ser: un sobre pequeño, de color crema, satinado con brillo y con una elegante solapa de cierre. Este no es un factor que le añada mucho valor económico, pero si nos permite hacerle un hueco en nuestra colección de historia postal dentro del apartado de formatos de envíos o tipos de sobres empleados en el XIX.


Además al tenerlo en las manos apreciamos que el sobre pesa y eso es debido a que contiene todavía su texto original. Siempre que haya texto conviene leerlo pues en él podemos encontrar algún dato que pueda sernos de utilidad. 

 Despedida de la carta en la que podemos ver los nombres del remitente y destinatario de la carta.



Es por tanto una carta que podemos encontrar en cualquier caja de una feria filatélica o en ebay por un precio entorno a los 6 euros por eso del ambulante, que si no aun valdría menos.


Esto es debido a que las mujeres en el siglo XIX tenían prácticamente prohibido el abrir una cuenta corriente o tener un negocio a su nombre así como el dirigirlo y de ahí que aparezcan los clásicos nombres de “Viuda de …”.

Ya hemos dicho anteriormente que la gran mayoría de las cartas que han llegado hasta nuestros días proceden de archivos comerciales por lo que el número de cartas escritas por mujeres y dirigidas a mujeres resulta bastante escaso.


Esos datos unas veces pueden tener valor postal proporcionándonos la fecha y localidad origen de la misiva, tal y como ocurre  en esta ocasión que sólo podemos conocer su origen por llevarlo escrito en el texto y en otras raras ocasiones nos permiten echar una miradita a como era la vida en tiempos pasados lo cual no deja nunca de tener su gracia.


Por desgracia la gran mayoría de las cartas del siglo XIX que se conservan con texto son cartas comerciales y poca información de interés nos suelen proporcionar más allá de las comentadas de fecha y origen.

Extraemos el texto de nuestra carta y observamos que además de la fecha y origen tenemos ante nosotros una carta de carácter particular que al ver la firma del remitente resulta ser una mujer y la destinataria otra. Aquí tenemos a lo tonto otro pequeño valor añadido pues son bastante escasas las cartas del siglo XIX escritas por mujeres que han llegado hasta nuestros días.

 


En el salón de casa, con calma y al cabo de unos cuantos días,  es cuando rematamos el estudio de la carta antes de empezar a preparar su hoja de álbum.


Remiramos el fechador para confirmar que no pasa de ser un simple octogonal y el sello por si tuviera una pequeña variedad de esas llamadas “moscas”, porque algo más grande ya hemos visto que no tiene, y por último ya sólo nos queda el proceder a la lectura detenida del texto.


Hay muchísimos coleccionistas que no se toman la molestia de leer el contenido de sus cartas y no saben lo que se pierden.


A mi me resulta un precioso “retorno al pasado” que me llena enormemente de satisfacción las pocas veces que encuentras algo de interés.


Leemos el texto y de pronto nos quedamos estupefactos cuando vemos que resulta ser interesantísimo, nos ha tocado sin duda el premio gordo de la tómbola, que es lo que en el fondo es una caja de una filatelia en una exposición o feria. ¡Una tómbola donde nuestros conocimientos, eso si, pueden incrementar nuestras posibilidades!

Resulta que nuestra buena señora le está pidiendo a una amiga 500 reales para prestárselos a una tercera persona, la nodriza Juana, para que pueda pagar la redención del servicio militar de su hijo, lo cual cuesta 6000 reales. Además el maravilloso detalle de enviar un recorte de periódico para que se lo lea Luisa pues casi seguro que la nodriza no sabe leer y vea que no tiene porque apresurarse en el pago. No cabe duda al leer la carta que estamos ante una autentica dama.


No nos queda más remedio que ir volando a nuestro ordenador y buscar en el google información sobre esto de la redención del servicio militar en 1896 y que es lo que ocurría militarmente en ese lejanísimo año.


Descubrimos nuevos datos para nuestra hoja de álbum como que por aquellas fechas estaba en pleno auge la Guerra de Cuba donde nuestros soldados morían más por las enfermedades tropicales que por las balas enemigas y comprendemos la desesperación de esa madre que quiere completar el dinero para evitar la marcha de su hijo y como comprueba que tiene amigas de las de verdad, de esas que están cuando de verdad hacen falta ¡quien tiene un amigo tiene un tesoro! dice el refrán y desde luego estas señoras demuestran su condición de amigas y de señoras.

 

No hay duda,

HEMOS SABIDO INVERTIR

NUESTROS 6 EUROS MUY BIEN


¿Qué más se puede pedir por ese precio?

¡VIVA LA FILATELIA!



De esta forma llegamos a casa encantados con nuestra nueva adquisición, un sobre de formato raro dirigido entre mujeres del siglo XIX, a un precio de 6 euros lo cual nos parece una auténtica ganga y con el ego a tope.

¡Esto del ego es lo mejor! Recibir un choque de autosuficiencia por sólo 6 euros es algo que justifica el gasto en filatelia aunque sólo sea por el ahorro que te supone en visitas al diván del psiquiatra.